En el ámbito político, la construcción de una marca ética deviene en elemento fundamental para establecer una relación de confianza con los ciudadanos. Los políticos y sus asesores deben reflexionar sobre cómo sería una política más honesta y transparente donde se eviten promesas vacías y se priorice la presentación de políticas respaldadas por evidencia sólida y creíble.
La confianza, piedra angular del branding político, se construye en base a que los votantes conozcan claramente lo que representa el político, lo que ha cumplido (promesas cumplidas) y lo que tiene previsto hacer (metas medibles). Estas promesas deben ser creíbles y sustentadas en una base de evidencia sólida. La manipulación de hechos y el exceso de exageración debilitan la confianza cuando se comprueba su inexactitud. Por tanto, es un desafío para los gobiernos mantener la confianza de la población, especialmente al promocionar una vacuna rápidamente probada, por ejemplo.
La política también necesita basarse en interacciones más interpersonales, promoviendo conversaciones abiertas y constructivas que involucren activamente a votantes no afiliados a partidos políticos en el proceso político. La transparencia en la comunicación política conduce a una mayor comprensión y un enfoque más colaborativo para resolver problemas. Los agentes involucrados pueden también actuar como líderes de opinión dentro de la comunidad en general. Es crucial que la conversación sea verdaderamente simétrica, lo que implica que ambas partes deben escuchar y estar dispuestas a modificar sus posturas.
Estas conversaciones pueden formar parte de una estrategia de comunicación permanente, fundamentada en la apertura y transparencia. Comprometerse a brindar respuestas honestas y abiertas, incluso admitiendo la existencia de incertidumbre y preparación para diversos escenarios, es una inversión sólida si los líderes políticos buscan establecer una relación positiva y a largo plazo con el electorado. Tal discurso interactivo es común entre empresas y sus accionistas. Considerar a los ciudadanos como agentes interesados informados en lugar de unidades manipulables llevaría inmediatamente la comunicación política hacia una dirección más ética.
La implementación de una estrategia de branding político ético requiere un compromiso sistémico, involucrando a todos los partidos políticos, los medios de comunicación y la ciudadanía. La polarización política conduce a prestar atención selectiva a los líderes «de nuestro lado», mientras que los comentarios negativos sobre «el otro lado» solo confirman nuestros sesgos. Los medios deben ser menos parciales y más abiertos a aceptar que los políticos democráticos no pueden ser omnipotentes ni saberlo todo. Los políticos, los medios y los ciudadanos deben trabajar más estrechamente juntos, siendo críticos, pero sin manipular el sistema para obtener los mejores titulares.
El argumento se dirige hacia una política más ética, donde todos los actores se comprometan y adhieran a un conjunto de directrices. La creación de un contrato social, por así decirlo, vincularía a políticos, ciudadanos y comentaristas políticos a servir los mejores intereses de todas las partes involucradas. La relación entre las marcas políticas y mediáticas y sus audiencias debe basarse en el reconocimiento de que en la política hay infinitos matices de gris, que existe una certeza limitada, y que no hay respuestas sencillas o absolutas. Por lo tanto, la marca que pueda explicar honestamente esta complejidad será considerada más ética. Sin embargo, cabe cuestionarse si tal marca sería electa en el clima político actual. Por lo tanto, este llamado es no solo para una reforma de la política global, sino también para una reforma del sistema en el que se desarrolla la política.